Semillas
Llegada la noche, tratando de racionar los frutos lo más posible, encuentra un oasis. Carga agua y deja caer las semillas de lo que fue su cena. Sigue su camino. Era largo y no dejaba distinguir Norte y Sur. Sus pasos tomaban un rumbo indefinido.
El cansancio se apoderó de él y su imaginación comenzó a volar. Arabis apareció en sus sueños. Los olores eran casi reales, las cúpulas brillaban con la luz del mediodía. Pensando en este sol, su cuerpo comenzó a sentir una sensación de ardor, y el matutino febo, lo despertó. Continuo camino, con la esperanza de encontrar algo. Sus deseos fueron cumplidos. Un hombre apareció en el horizonte. Se encontraba sentado bajo los rayos del sol. Su aspecto era de un anciano pero su estatura no llegaba a la de un niño. A pesar de su miedo, se acercó y saludó al extraño. Su primer gesto fue apubullado de preguntas, a las que Heros contestó tímidamente. Cuando la conversación empezó a fluir, le contó acerca de su ciudad y su fruto característico. Aparecieron recuerdos, nostalgia.
La luna llena se reflejaba en los ojos del visitante, el que le ofrece una fruta. Extrañado de su aspecto, desconfió del hombre. El color rojo que la caracterizaba hizo asociarla con el veneno. Aún así temió no aceptarla. Cuando le iba a agradecer, levantó la vista y el personaje ya no estaba. En su lugar, un árbol pelado.
Si bien logran un tono sensible y una narración matizada con toques muy bellos, resulta difícil reconstruir la historia y diferenciar tiempos. Las dos primeras lecturas las hice sin salir de un relato lineal; después creí encontrar una vuelta en el tiempo, pero, entonces, no comprendo la lógica de los hechos. Rever cómo incorporan al lector y qué le proponen.
ResponderEliminarNota: 7