El calabozo.
Durante días caminó
en el desierto sin poder explicar esta incesante contrariedad. El calor que
tomó la armadura intensificó aún más su dolor, aunque también un frío gélido lo
helaba por dentro. Sin poder explicarlo siguió adelante. No supo si era mejor
estar moribundo en medio de la nada o seguir viviendo en Castilla, donde
multitudes de gente se apretujaban todos los días frente a la Plaza Central,
con ese repulsivo olor de mezcla de hierro y piel ya impregnado en la ropa.
Expandiéndose por el aire. Sirviendo de advertencia santa.
El dolor se debía a
su pasado, a un sufrimiento de azotes y metales. Josse se mantuvo
igual, lo hizo por él, por ambos, defendiendo su verdad. Sobreviviendo las
noches de puro frio sin un alma que lo calentase en los desolados calabozos. Dejó
un rastro de lágrimas reprimidas en el suelo muerto del desierto por si la
muerte lo seguía. Y la sentía tan cerca.
A lo lejos vio un resplandor.
Se acercó tambaleando y cuando ya estuvo cerca pudo verlo. Bajo un peral muerto
se encontraba un hombre que se presentó como Azrael.
Sin mucha explicación sacó una pera de su bolsa y se la dio a josse. Un
fruto digno del mismísimo rey, pensó. Lo último que había comido fue media
carne a medio hacer de la prisión. La otra mitad se la dio a su compañero de
celda que estaba mucho peor que él. Marco era de soportar más los castigos
emocionales antes que los físicos, por eso cedió; luego de veinte latigazos,
sus ojos azules dejaron de ver y su piel ya no brilló más. Reconoció ese brillo
en aquella manzana y se comió su último recuerdo de él.
Cuando se quiso dar
cuenta ya no estaba caminando solo en el desierto, ahora lo arrastraban dos
hombres vestidos de negro a través de un interminable pasillo mal alumbrado. Los
pies se le doblaban y el olor era tan putrefacto que todas las fuerzas que tuvo
las desperdició vomitando. Con brutalidad lo tiraron al patíbulo de Castilla.
Para cuando sus ojos se acostumbraron a la luz, se dio cuenta que todos lo
estaban mirando con una sonrisa perversa escondida debajo de la santa cruz. Se
le acercó otro hombre, este con la cara cubierta, en una mano el machete y en
la otra su vida. Cerró los ojos. Se imaginó corriendo por los campos inmarcesibles
de maíz, sobre su cabeza un cielo reluciente. Se le uniría a Marco en la
carrera hacia la inmortalidad. Se reflejaría en sus ojos azules, y ninguno de
los dos los cerraría más.
http://curiosidades.batanga.com/4242/las-10-peores-maquinas-de-tortura-de-la-edad-media
ResponderEliminarBuscar "la pera" o "la pera de la angustia"
Catalina
La idea es interesante, con pasajes sensibles y muy bien escritos, que contrastan con otros trabados en la expresión. Rever estructura de algunas oraciones y algunos términos mal usados, como " inmarcesibles" y "patíbulo".
ResponderEliminarIntroducen muy bien los indicios, sin embargo, no es claro el manejo del tiempo. El flashback debe usarse en un ir y venir que interrumpe y regresa al presente, pero no logran más que un recuerdo o racconto.
Las felicito porque encontraron los modos de narrar y provocar un efecto estético.
Nota: 8