Un fruto mortal
Se trataba de un hombre, el cual caminaba por la vida sin sentido. No se dedicaba a vivir, solamente a sobrevivir, quizá por su poca fuerza de voluntad, yendo de refugio en refugio, comiendo lo que encontrase o consiguiera que le den por ahí. Su pesimismo era producido por la pérdida de seres amados y sus constantes regresos fantasmagóricos.Llegó a un reino, sin muchas expectativas, en busca de algo que calmara su hambre, aunque sea solo por un rato. No pudo conseguir nada, el sol caía, la luna se hacía más visible y un viento empezaba a levantarse con bastante fuerza. Un señor, de aspecto muy sencillo, vio al pobre hombre en medio de lo que era un principio de tormenta y decidió ofrecerle un techo para que descanse. De forma muy agradecida este aceptó. No sabía quién era pero dedujo que por su vestimenta, zapatos y manos que no se trataba más que un simple trabajador. Llegando a la casa el dueño se había olvidado de ir a buscar una bolsa de frutos que le había preparado un amigo suyo para que pudiera comer esta noche, sin dudarlo el hambriento se ofreció en búsqueda de estos antes de que el fenómeno temporal empiece su ciclo de indefinido tiempo. El hombre le indicó de forma rápida, y sin tiempo que perder este salió corriendo. Tenía un tiempo de veinte minutos entre ida y vuelta. A los cinco minutos de emprender viaje hacia el rescate de la cena, se levantó una terrible tormenta acompañada por remolinos chicos de arena y un viento que a su vez acortaba la visibilidad del camino. El hombre siguió corriendo, sin importar los granos de arenas entrando en sus ojos volviendolos “achinados”, el sabor salado que yacía de su boca y lo rasposo que sentía su cara. Pero al cabo de otros cinco minutos la tormenta ya había finalizado, el hombre se dio cuenta de que se había perdido, no sabía donde se encontraba. Decidió tomar una pausa para descansar, la falta de fuerzas ante la ausencia de alimentos ya se hacía notar en el cuerpo de aquel hambre. Cerró los ojos, se le vino a la mente imágenes de él con su familia acompañada por un gran banquete real. De repente, esas imágenes fueron desvanecidas ante el contacto físico de un extraño que le punteaba el brazo con la punta de su zapato como quien despierta a un vago tirado en suelo emborrachado. El extraño le preguntó, qué hacía tirado en el piso y por qué había salido con semejante tormenta. Él le respondió con una voz muy débil, que había salido en busca de un señor que tenía una bolsa de frutos para un reciente amigo suyo con el que iban a cenar en su casa. Si existen las coincidencias estas fue una de ellas, porque aquel desconocido justamente era a la persona que buscaba. Lo llevó hasta la casa, sacó de su vasija la bolsa de frutos y uno aparte. Le dijo que le mandara saludos a su querido amigo y como gesto de gentileza le dio un fruto para que vaya comiendo en su regreso. El hombre le dio las gracias y se despidió, dando la vuelta. Sin tiempo de espera le dio el primer mordisco a aquel fruto tan deseado. Pero de pronto aparecieron devuelta esos pensamientos , y en lo que restaba de tiempo no pudo parar de pensar en aquellas imágenes que se le habían presentado en la mente. De repente aparecieron otras imágenes de ellos cuatros siendo enterrados, en sus funerales. Murieron a causa de una epidemia producida por frutos contaminados, junto a muchas otras personas más del pueblo donde vivía. El hombre con cara de tristeza mezclada de melancolía llegó a su destino, tocó la puerta y le entregó la bolsa. El anfitrión notó su tristeza y lo hizo pasar acompañado con un par de palmadas en la espalda como quien consuela a un bebé llorando. Se llevó a cabo la cena, en un casi silencio de no ser por el ruido de los mordiscos tan desesperantes. Llegó la hora de dormir, el trabajador le cedió uno de sus dos colchones y una frazada con algunos agujeros, pero abrigada, a su invitado para que pudiera pasar la noche. Se apagaron las luces, la noche se envolvía en un silencio absoluto y una mente intranquila donde todavía la tormenta no había finalizado. El hombre ya no aguantaba el constante recuerdo de aquellas imágenes acompañadas por ese dolor e impotencia tan intoxicante. A la mañana siguiente no alcanzó la punteadas del zapato de aquel trabajador para despertar a su invitado. Él ya se había ido, murió intoxicado a causa de aquellos frutos. No fue en sí el fruto lo que lo mató sino algo más abstracto. ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
El Solitario amargado
La tormenta había estado en curso durante la noche y las velas de las casas no habían iluminado por el viento que las había apagado. El muchacho de ropa agujereada había estado tirado en la cama prestada, no se había podido levantar y la punta de un zapato despertador no había cumplido con su cometido. El muchacho moribundo había sido una persona que había llegado hace poco tiempo al reino, en busca de comida. No había tenido familia, amigos, nada, para el momento de su defunción. Solo le había quedado un poco de voluntad, y esa ropa deshilachada y aireada. Según lo que habían dicho las personas de aquel reino, la muerte se había producido por comer un fruto en malas condiciones. Sin embargo, no había sido el fruto. Cuando nació tenía familia, amigos, comida, ropa, todo. Pero había sido el Tiempo el encargado de transformar el camino de aquel recién nacido en un desastre absoluto, como había sido su muerte. En el reino se había hecho un conocido, quien le ofreció techo, una cama y comida a cambio de horas de trabajo. Había estado sobreviviendo así, desde hace bastante tiempo luego de aquel día tan catastrófico que lo había marcado para siempre.
Horas antes de su fallecimiento le había tocado un trabajo ordinario. Había tenido que ir a lo de un viejo conocido de su anfitrión para buscar una bolsa de frutos que había sido su última cena. Había caído el atardecer, la lluvia había comenzado y él ya había salido para enfrentar su inesperado destino. La lluvia se había convertido en una fuerte tormenta y el viento había levantado toda la arena de los costados del camino. El hombre había seguido pero la arena en los ojos le había borrado la vista, impidiendo que continuara. Había pasado una hora hasta que el fenómeno temporal le había permitido seguir con su cometido. Se había perdido entre tanto revuelto de arena. Pese a esto, había seguido caminando hasta que decidió preguntarle a un señor de aspecto trabajador donde había podido encontrar al amigo de su jefe. Sin embargo, no había hecho falta una respuesta. Aquel hombre había sido su persona a localizar. El hombre le había dado dicha bolsa llena de frutos y otro en mano, así había podido comer algo en el viaje de vuelta a "casa". Ya había aparecido la luna nocturna. En el camino, unas imágenes habían aparecido en la mente de él mientras había estado disfrutando de su rico alimento. Imágenes de cuatro personas, al principio habían estado en un banquete, incluyéndose, disfrutando de un día soleado en familia. Seguido a esto, había pasado de imagen y en está se había encontrado con las mismas personas, mismo banquete, mismo día pero todo esto se había encontrado en estado de putrefacción, exceptuando a él. Pero las imágenes se habían desvanecido y el destino final había sido encontrado. El anfitrión había salido a la puerta para abrirle y recoger la cena. Ambos habían disfrutado la cena, aquellos frutos habían estado ricos para el paladar aunque para la mente del solitario habían estado bastante "amargos", no obstante, esa había sido la última vez que aquel hombre había sentido algo.
Reescritura: Lucas Zyszkowicz
Quiero pedirles que retomen esta misma historia y la reescriban. Hay muchísimos errores en la expresión (construcción de oraciones, puntuación, ausencia de párrafos, tiempos verbales, cómo usan algunos términos). Además no cumple con la consigna; inclusión de indicios y tiempo no lineal.
ResponderEliminarNota: 5