Recuerdo como cada noche de chico, terminada la cena, mamá
sacaba el queso de la heladera y lo dejaba en medio de la mesa, ese era nuestro
postre, para mí, era de lo más natural comer queso como otro comería una fruta,
como en toda mi familia se hacía creía que en otras casas también. Pero ese no
era el caso, mis amigos se reían con tan solo la idea de tener algo salado como
postre, es más, me acuerdo cuando uno de ellos me dijo mientras me daba una
porción de pan más seco que un desierto: ¿Queso como postre? No, la posta son
los biscotti de almendras de mi abuela. Ves, lo tenes que mojar un poco con este
vino dulce y ya está.
Solo a uno no le resultó raro, pero si me preguntó por qué
lo comía sin nada, ya que se debía acompañar con algo llamado membrillo.
Muchos años después cuando me casé, viaje con mi esposa y descubrí que eran
solamente tradiciones que nuestros abuelos trajeron consigo de sus tierras
natales. Cuando estuve en Francia era mucho más común comer queso después de
cenar, la diferencia era que en mi casa teníamos roquefort o mozzarella, en
cambio en el país de los mil quesos disfrutamos del brie y del cammemberg entre
otros. También cuando fui a Italia me encontré de vuelta con los biscotti pero
esta vez con el clásico vin santo toscano.
Lo más lindo de todo esto es que no solo aprendí nuevas
tradiciones sino que también me apropié de algunas. En la casa de mi mujer era
habitual comer natillas, postre muy rico característico de España, ya que su
padre era valenciano. Pero lo que más me gusta del poder compartir nuestras
costumbres es el pensar que juntos armaremos nuestras propias tradiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario