MediaLuna con dulce de lucha
Antes:
Mi indecisión permanente no se redujo en esta ocasión. Fueron varios los días en los que divagué entre diferentes libros y, aunque la temática de la última dictadura militar o Malvinas me interesaba, había algo, no sé qué, que preferí no abordar esos temas en este momento. Aparecieron en la lista “Juguete rabioso” y “Los siete locos”, ambos, me entusiasmaban ya que hace mucho los quiero leer, pero charlando con amigos, comentandolo al pasar, comencé a arrepentirme por su extensión o porque al tener un interés previo, sabía que algún día me iba a zambullir en su lectura. La fecha en la que debería empezar el trabajo estaba llegando...Finalmente elegí. Ese libro que habíamos nombrado varias veces en el taller de escritura, del cual había recibido muchas recomendaciones, ese autor con tan poco escrito y tanto éxito. Todo eso y la facilidad con que lo podía conseguir, porque muchos conocidos lo tenían, me hizo optar por “Pedro Páramo”.
El que me lo prestó, fue Julián.
Día 1:
Ya es medianoche. Acabo de despertar de una siesta muy tardía y decido, después de un buen rato de estar mirando el techo, intentando volver a dormir, empezar la lectura.
Comienza “Vine a Comala...” me detengo y busco dicho lugar. Es un pueblo en México, con eso me basta para continuar. A medida que avanzo aparece otra palabra que desconozco: Canícula. Como es un libro prestado, hay anotaciones, está subrayado. Esa palabra también y una pequeña flecha con su aclaración: Período de más calor.
Los capítulos no tienen nombre ni número, solo un espacio más pronunciado.
La lectura es muy llevadera, van apareciendo montones de imágenes sensoriales, descripciones muy poéticas.
Al pie de página empiezan a haber aclaraciones de términos de la jerga mexicana.
En algunos capítulos, los tiempos de la historia empiezan a retroceder y volver. A medida que sigo leyendo voy comprendiendo pero me generan algunas confusiones.
Aparece una frase que me hace recordar a Chorcán: “...Estoy en el novenario de tu abuelo…” Novenario, novena. Algo que escuché muchas veces nombrar pero nunca supe de qué se trataba. Este año. en el viaje a Jujuy, el Día de los Muertos se acercaba, entonces ayudamos a preparar distintas cosas que forman parte del ritual, de esa festividad tan bella.
Cabeceo y los ojos se me empiezan a cerrar. Quiero continuar pero sé que si sigo en ese estado no voy a recordar nada. Abandono en la página 20.
Nota: “Papalotes” y “Maromas”. Lindas palabras para incluir en mi vocabulario.
Día 2:
Antes de empezar una nueva lectura, después de haberla abandonado unos días, decido ordenarme un poco. (Luego de continuar leyendo un buen rato, fui agregando personajes):
- Damiana Cisneros -Juliana
-María Dyada -Sixtina Cisneros - Chona
-Terencio Lubianes -Fulgor Sedano
-Ubillado Lubianes - Galileo - Inocencio Osorio
- Isaías - Felicitas -Padre Rentería
-Toribio Aldrete - Donis -Ana Rentería
-Justina Díaz -Bartolomé San Juan
Esta multitud que cada vez se hace más grande, por momentos me enmaraña la lectura pero es muy llevadera y no puedo evitar devorarme un gran pedazo de golpe. Muertos que hablan, resucitan, alucinaciones y recuerdos. Un viajero perdido en un pueblo de fantasmas.
Aparece un fragmento de una canción: “Mi novia me dio un pañuelo a orillas de llorar..” Busco y encuentro. La cantautora es Chavela Vargas. La escucho mientras leo. Cuando vuelvo en esa búsqueda, me encuentro con que Abundio Martinez, el personaje, fue un compositor de origen indígena y otomí (pueblo amerindio que habitaba en el centro de México). Y lo curioso de esto es que, en la novela, este es sordo mudo.
Una oración me deja pensando: “Cada suspiro es como un sorbo de vida del
que uno se deshace”.
Las voces que relatan la historia comienzan a cambiar con más frecuencia. Voy conociendo un poco más la vida de Pedro.P, este hombre de gran poder en el pueblo de Comala.
Juan sigue cayendo en hospedajes confusos donde sigue entretejiendo su historia familiar.
Dejo la lectura en la página 72, con la duda de si muere o no, cuando lo último que leo son estas frases: ” ...Lo sentía ir y venir, cada vez menos; hasta que se hizo tan delgado que se filtró entre mis dedos para siempre.
Digo para siempre.
Tengo memoria de haber visto algo así como nubes espumosas haciendo remolino sobre mi cabeza y luego enjuagarme con aquella espuma y perderme en su nublazón. Fue lo último que vi.”
Día 3:
A partir de ahora los tiempos se empiezan a desfasar entre mi lectura y escritura. Me cuesta plasmar lo que voy leyendo. Quizá sean muy altas mis pretensiones y tenga que poner lo que me surga, pero varias dudas me empiezan a surgir y me pregunto si debería entenderlo todo o lo que quiere generar el autor, realmente es confusión. No se ninguna de estas cosas pero mi única certeza es que tengo que seguir escribiendo y juntando anotaciones que me quedaron de la lectura.
Sigo leyendo un día nublado y aparece una frase que acierta plenamente: “...un cielo hecho de ceniza”. Continúo y a partir de acá, Juan narra desde el fondo de la tierra. Sepultado junto a Dorotea.
Los personajes o los espacios suelen ser el hilo que une un capítulo de otro, pero casi siempre, en diferentes tiempos.
El timbre de mi casa suena y una amiga me interrumpe la lectura en la página 82.
Más tarde…
Me quedé justo en un momento que me encantó y el cual releí varias veces: “—¿Y tu alma? ¿Dónde crees que haya ido?
Me quedé justo en un momento que me encantó y el cual releí varias veces: “—¿Y tu alma? ¿Dónde crees que haya ido?
—Debe andar vagando por la tierra como tantas otras; buscando vivos que recen por ella. Tal vez me odie por el mal trato que le di; pero eso ya no me preocupa. He descansado del vicio de sus remordimientos. Me amargaba hasta lo poco que comía, y me hacía insoportables las noches llenándomelas de pensamientos intranquilos con figuras de condenados y cosas de ésas. Cuando me senté a morir, ella rogó que me levantara y que siguiera arrastrando la vida, como si esperara todavía algún milagro que me limpiara de culpas. Ni siquiera hice el intento: «Aquí se acaba el camino —le dije —. Ya no me quedan fuerzas para más». Y abrí la boca para que se fuera. Y se fue. Sentí cuando cayó en mis manos el hilito de sangre con que estaba amarrada a mi corazón.”
¿Debería explicar por qué me pareció tan bello? No se si es necesario, pero porque no sabría como hacerlo. Simplemente, me gustó.
A lo largo de toda la novela van apareciendo distintas relaciones con la muerte, casi siempre muy cercanas y naturalizadas. Hablan con ellos, los ven ¿Siguen ahí? En la novela hay más muerte que vida o vida después de la muerte, pero ese caso ¿Sigue siendo “vida”?
Más y más personajes nacen y mueren a medida que sigo leyendo y llega un momento en el que las historias empiezan a sonar en el cementerio. Surgen relaciones de ultratumba.
Mis ojos se empezaron a cerrar y me quede en la página 118.
Día 4:
Falta poco para el final, pero lejos de estar dando un cierre, se siguen abriendo cosas. Aparecen nuevos personajes y una especie de batalla. Esa parte no me queda muy clara y llegando al final me empiezo a angustiar o enojar porque hay cosas que no estoy entendiendo y siento que debería. Me sigue gustando el ambiente que genera la situación de entierro entre Juan y Dorotea. Las charlas, la escucha, que siento que trasciende tiempos y espacios.
Y ahora si, leo las últimas páginas. Esa muerte pesada de Susana y el decaimiento de Pedro. Abundio llega y ahí es cuando todo se me empieza a mezclar ¿Él mató a Damiana? ¿A Pedro lo mató la muerte de los demás? De repente me siento medio tonta al no entender la metáfora escondida o visible.¿Tengo algo más que entender que me falta? Aún así, el argumento creí entenderlo y la manera de escribir, todo, me da ganas de más. Sin duda lo recomiendo. Y ahora a empezar “El llano en llamas”.
epicardo el diario de lectura
ResponderEliminar