Establezcamos ante todo una consideración general acerca de
las adaptaciones fílmicas de obras literarias: “La adaptación no tiene que ser
una copia de lo escrito, sino que puede ser, o mejor dicho debe ser: una obra
independiente.” Con una base literaria, el libro, desde luego, pero sin
dejar de ser una obra independiente.
En mi
opinión, en la adaptación de una obra literaria al cine, como el caso de El
lector, las expectativas de ésta son muy altas por parte de los espectadores
que conocen la obra, y esto implica que la hayan interpretado con su propia
imaginación.
En la
transposición de El lector, un elemento que la diferencia notoriamente es en la
forma de transmitir los sentimientos.
Esta
diferencia se origina en el hecho de que el argumento literario es transmitido
por medio del uso de palabras, y en cambio el cinematográfico es de imagen y
sonido. Por ende, la transposición del lenguaje literario al fílmico es
compleja ya que para poder reconocer detalles como sentimientos de los
personajes se necesita de un espectador que haga una observación de encuadres,
luces, sombras y sonidos, algo que en la literatura se simplifica por el motivo
de que se pueden crear diferentes imágenes de cada personaje con el uso del lenguaje escrito.
Otro punto interesante de analizar, es quien narra en la película.
En el libro de El lector, el narrador es fácilmente
identificable, este es Michael quien narra en primera persona. Sin embargo, en
el filme, no es posible identificar al narrador en un principio, debido a que
para eso se necesita analizar los encuadres, distintas escenas y el punto de
vista de la imagen.
A mi criterio para poder disfrutar de la obra cinematográfica
tanto como en la literaria, es necesaria una buena observación de todo el
montaje.
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