No todo es lo que parece
Era mi hermana. Una chica sencilla: pelo largo castaño hasta
la cintura, piel blanca casi como un fantasma, ojos miel suaves pero a la vez intensos y una
estatura mediana. Nuestra casa tenía dos pisos; en el primero, el living. Tenía
apenas pocos muebles, un piso de madera vieja y paredes blancas. Luego por un
pasillo accedías a la cocina y, a su derecha, al baño. Por una escalera negra
ubicada a unos pocos centímetros del living pasabas al segundo piso donde estaba
su habitación a unos metros de distancia que la mía, con la particularidad de
que ella tenía la hermosa vista al mar a través de una ventana grande con
cortinas violetas.
A
pesar de su sencillez, había en ella algo extraño. Todas las noches se
encerraba en su cuarto y oía su voz hablar con alguien. A la mañana siguiente,
mientras Amelia estaba en el colegio, encontraba la cama con su silueta mojada dibujada
en las sabanas blancas. Pero no era una silueta cualquiera con una cabeza, dos
brazos, un torso y dos piernas. No lograba identificar esa figura. Era confuso.
Una tarde de otoño
decidí averiguar qué era lo que pasaba con ella. Mi plan consistía en revisar sus cosas a la
mañana del día consecutivo hasta hallar alguna pista de su comportamiento. Y así
fue. Cuando apenas la pequeña se fue de casa para ir al colegio, subí las escaleras hasta su cuarto. Comencé a
revisarle todas las cosas: ropero, cajones, accesorios, cartas, todo lo que estaba
a mi alrededor. Después de media hora de búsqueda, encontré dos cajas rectangulares
no muy grandes debajo de su cama. Saqué ambas con cuidado y las coloqué sobre
las sabanas. Las observé atentamente. Eran
de madera claro. En el centro tenían un aplique rosa tenue también rectangular,
con unas palabras negras difíciles de descifrar. Intenté abrirlas pero fue inútil: las dos
estaban cerradas con llave.
Al darme cuenta de
la noción del tiempo, guardé todo en su lugar para que no se diera cuenta de que
estuve ahí. Bajé las escaleras rápidamente
y me acomodé en el único sillón del living. Prendí la tele y esperé a que
llegara.
Unos minutos más
tarde la puerta se abrió con su rostro. Apenas me saludó, dejó sus cosas tiradas antes
de preparase una tostada con mermelada y entró a bañarse, al igual que una
chica común de 12 años.
Esa misma noche al
ver que las luces del cuarto de Amelia estaban apagadas, me levanté
silenciosamente y eché un vistazo al
otro lado de su puerta por la cerradura. Pude ver por el agujero muy pequeño que estaba
arrodillada en la alfombra azul en el centro de la habitación. Hacía algo que
no me quedaba claro. Entre sus manos sostenía dos caracoles blancos apoyados sobre
sus orejas, como queriendo percibir algo. Muy concentrada decía cosas que no
lograba escuchar bien.
Al cabo de un
rato, no podía creer lo que mis ojos estaban viendo: Amelia se acercó hacia la
ventana y muy decidida se tiró. Desesperada
abrí la puerta y me asomé. El mar estaba igual de sereno que siempre, tranquilo
como una noche igual que todas. Y ahí estaba, mi hermana nadando en él, con un
aspecto extraño e inhumano a la vez: era una sirena.
Noelia: escribís un buen texto, sin embargo no armás una lógica propia para esta historia que rompe las leyes de lo racional. Un relato fantástico construye una nueva lógica que, sin dar explicación, da sentido a lo sobrenatural para que aparezca como natural. No lo lográs porque los hechos suceden sin que pueda encontrarse esa naturalidad que permite aceptar lo fantástico.
ResponderEliminar¿A quién se dirige la voz narradora? ¿Por qué la segunda persona?
Repensar qué recursos te ayudarían en esta tarea, cómo podés involucrar al lector y conmoverlo.
rever construcción de algunas oraciones.
Nota: 7