viernes, 15 de mayo de 2015

Trabajo individual de Noelia Begueri

      

                                                      No todo es lo que parece 

      Era mi hermana. Una chica sencilla: pelo largo castaño hasta la cintura, piel blanca casi como un fantasma, ojos  miel suaves pero a la vez intensos y una estatura mediana. Nuestra casa tenía dos pisos; en el primero, el living. Tenía apenas pocos muebles, un piso de madera vieja y paredes blancas. Luego por un pasillo accedías a la cocina y, a su derecha, al baño. Por una escalera negra ubicada a unos pocos centímetros del living pasabas al segundo piso donde estaba su habitación a unos metros de distancia que la mía, con la particularidad de que ella tenía la hermosa vista al mar a través de una ventana grande con cortinas violetas.
      A pesar de su sencillez, había en ella algo extraño. Todas las noches se encerraba en su cuarto y oía su voz hablar con alguien. A la mañana siguiente, mientras Amelia estaba en el colegio, encontraba la cama con su silueta mojada dibujada en las sabanas blancas. Pero no era una silueta cualquiera con una cabeza, dos brazos, un torso y dos piernas. No lograba identificar esa figura. Era confuso.  
      Una tarde de otoño decidí averiguar qué era lo que pasaba con ella.  Mi plan consistía en revisar sus cosas a la mañana del día consecutivo hasta hallar alguna pista de su comportamiento. Y así fue.  Cuando apenas la pequeña  se fue de casa para ir al colegio, subí  las escaleras hasta su cuarto. Comencé a revisarle todas las cosas: ropero, cajones, accesorios, cartas, todo lo que estaba a mi alrededor. Después de media hora de búsqueda, encontré dos cajas rectangulares no muy grandes debajo de su cama. Saqué ambas con cuidado y las coloqué sobre las sabanas. Las observé atentamente.  Eran de madera claro. En el centro tenían un aplique rosa tenue también rectangular, con unas palabras negras difíciles de descifrar.  Intenté abrirlas pero fue inútil: las dos estaban cerradas con llave.
      Al darme cuenta de la noción del tiempo, guardé todo en su lugar para que no se diera cuenta de que estuve ahí.  Bajé las escaleras rápidamente y me acomodé en el único sillón del living. Prendí la tele y esperé a que llegara.
      Unos minutos más tarde la puerta se abrió con su rostro.  Apenas me saludó, dejó sus cosas tiradas antes de preparase una tostada con mermelada y entró a bañarse, al igual que una chica común de 12 años.
      Esa misma noche al ver que las luces del cuarto de Amelia estaban apagadas, me levanté silenciosamente  y eché un vistazo al otro lado de su puerta por la cerradura.  Pude ver por el agujero muy pequeño que estaba arrodillada en la alfombra azul en el centro de la habitación. Hacía algo que no me quedaba claro. Entre sus manos sostenía dos caracoles blancos apoyados sobre sus orejas, como queriendo percibir algo. Muy concentrada decía cosas que no lograba escuchar bien.

      Al cabo de un rato, no podía creer lo que mis ojos estaban viendo: Amelia se acercó hacia la ventana y  muy decidida se tiró. Desesperada abrí la puerta y me asomé. El mar estaba igual de sereno que siempre, tranquilo como una noche igual que todas. Y ahí estaba, mi hermana nadando en él, con un aspecto extraño e inhumano a la vez: era una sirena.  











1 comentario:

  1. Noelia: escribís un buen texto, sin embargo no armás una lógica propia para esta historia que rompe las leyes de lo racional. Un relato fantástico construye una nueva lógica que, sin dar explicación, da sentido a lo sobrenatural para que aparezca como natural. No lo lográs porque los hechos suceden sin que pueda encontrarse esa naturalidad que permite aceptar lo fantástico.
    ¿A quién se dirige la voz narradora? ¿Por qué la segunda persona?
    Repensar qué recursos te ayudarían en esta tarea, cómo podés involucrar al lector y conmoverlo.
    rever construcción de algunas oraciones.
    Nota: 7

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