EL ANHELO
Se
llamaba Melina y tenía 91 años, vivía en un pequeño pueblo desconocido al lado
de esa gran torre, donde en lo más alto existía una bella flor rosa. Todas las
tardes, antes de que se ponga el sol, la anciana subía esos millones de
escalones y la regaba, nadie entendía porque y con qué animo lo hacía, lo
cierto es que allí se escondía un deseo. Muchos decían que la soledad la llevo
a la locura y otros que la culpa por la muerte de su esposo, el jardinero, había
aparecido. ¿Quién diría que esa pobre y delicada anciana podría haber causado
la muerte de todos los niños en el pueblo?
Todo
comenzó cuando ella tenía 23 años, una muchacha alta, flaca con una cara
angelical, que estaba casada con un jardinero humilde. Eran una feliz pareja
pero tenían un problema: no podían tener hijos. Para la muchacha no había nada
más lindo que ser madre. Cinco años intentaron, nunca llegó y las peleas
empezaron. Ella lo culpaba al hombre de aquel problema, lo maltrataba,
insultaba, ya no lo quería. El no poder tener hijos la trastornó y cansada de
tantos intentos y discusiones, una noche oscura Melina lo asesinó. No estaba ni
horrorizada ni arrepentida, se sentía más tranquila como si se hubiese sacado
un peso de encima. De repente inició una lluvia torrencial y un rayo cayó en lo alto de la torre, el
estruendo fue tan fuerte que la mujer asustada se acercó a la ventana y vio
algo extraño que florecía en la cima. No le dio importancia y se fue a dormir.
A
la mañana siguiente se había levantado algo alterada pues comenzó a acordarse
de su sueño en el cual se veía a su esposo plantando una flor negra y recordó
la aparición de algo extraño en la torre, entonces fue a investigar. Subió escalón por escalón y cansada llegó, allí
vivía la flor negra de su sueño. Estaba asombrada, nunca había visto un brote
de ese color, símbolo de la tristeza, maldad y muerte. Volvió a su casa.
Pasaron
tres años, los niños en aquel pueblo ya no existían, todos estaban muertos.
Melina con tanta soledad junta no pudo evitar enloquecer y no creía justo que
todos tengan hijos menos ella, así que una tarde busco los pocos chicos del
pueblo, los llevó a su casa y los envenenó. Una vez muertas todas esas almas
inocentes, los quemó, nadie vio tal crimen. Las familias estaban destrozadas,
necesitaban justicia, investigaron y llegaron a la conclusión de que el
culpable era un pobre viejo solitario que hace poco había comenzado a vivir
allí y que era muy conocido porque en sus años de juventud solía envenenar a los niños que se portaban
mal.

Ayelén: Si bien esta instancia pone punto final a la actividad, no lo hace con el trabajo de reescritura sobre el texto, ya que, si querés, hay mucho todavía que puede mejorar. Ojalá tengas las ganas y el entusiasmo, porque a escribir se aprende escribiendo.
ResponderEliminarLa idea que tomás como punto de partida resulta atractiva; sin embargo, predomina el decir sobre el narrar, puesto que no conseguís dar con los recursos adecuados para contarla y quedan muchos hilos sueltos. Resulta inverosímil que nadie impida, intervenga o rechace el accionar de Melina. También confunde mucho el orden en que se presenta la información; anticipaciones que resultan innecesarias, quitan tensión y vuelven predecibles los hechos.
Repensar qué hace que el "cómo" se cuenta sea tan importante como la historia contada.
Rever coherencia y cohesión: numerosos errores en construcción de oraciones, tiempos verbales, puntuación, párrafos, vocabulario (términos mal usados), ortografía.
Nota: 5