Beatitudinem*
¿Existirá realmente la felicidad? ¿Ó será simplemente una mentira inventada por un hombre que decía ser “feliz” para envidiar a los demás? ¿Y sí todos buscamos algo que es imposible de encontrar? ¿ Y sí lo que se conoce como esa euforia es simplemente una descarga de endorfinas liberadas por una confusión del cerebro? ¿Y sí ese hombre “feliz” estaba simplemente elevado?
Dicen que el hombre no es feliz si no puede ser “feliz”. No solo libre física sino mentalmente. Una persona atada a sus rutinas, horarios, pasos, redes, oficinas, no puede liberarse. La vida es una cárcel con las puertas abiertas*1. En cambio la persona la cual no conoce el reloj, reconoce la música en los pasos y resalta entre el gris de la ciudad, tiene alas. No estoy sugiriendo que la gente que trabaja en una oficina es completamente esclava, no me malinterpreten. Pero no creo que un conservador conformista pueda volar. Bien porque su idolatrado sistema lo califica como “mal” o bien porque no podría controlar la adrenalina en su totalidad.
Regresando al tema principal, no creo que la felicidad sea algo real, sino un espejismo descrito por hombres que se creían libres... Aunque hay que aceptar que tarde o temprano el sistema, al no poder exterminar ésta idea, la transformó dinero, en capital, en cantidad. Arrastrando a todos sus grises discípulos con él. Haciendo de ésto una gran mentira que hoy mueve al mundo. Posteriormente se dieron cuenta de que existía otro tipo de “felicidad”, que clandestinamente movía el capital mundial. Fue entonces cuando comenzaron a vender “felicidad” de noche y a fingir “alegría” de día.
¿Qué es en verdad la felicidad? ¿Sabemos acaso qué es o cómo buscarla?¿Sabemos si es real? ¿O pasamos la vida entera persiguiendo algo que no es posible encontrar?
Félix*2 se despertó con la ensordecedora alarma del celular. Abrió la venta sintiendo como la leve ventisca acariciaba su piel con una pasión afrodisíaca. Miró a Alitzel*3 que seguía ensoñada sobre la cama y no pudo evitar la sonrisa que escapó al recordar lo sucedido la noche anterior. Mientras se afeitaba, notó que en la difusa imagen del espejo sus pupilas seguían dilatadas.
Félix odiaba los trajes grises, las corbatas grises. Todo era gris, inclusive aquel característico cielo bonaerense era gris, húmedo, pesado. Husmeando el ropero encontró un trajes azul. Salió con su maletín a Av. Cabildo y J. Hernández. Allí notó que también el aire era gris. En el subte millones de ovejas entraban y salían apretandose en los vagones, mientras en los parlantes pasaban el sonido grabado de un tren. Félix se preguntaba cómo sería el verdadero sonsonete. Agarró el celular y a escondidas leyó un cuento de Cortázar, dejando que las palabras abrigaran su mente.
Llegó a Tribunales y comenzó a caminar hacia el edificio de su oficina. La gente discurría al unísono, como siguiendo una imaginaria marcha regida por todos los segunderos de todos los relojes relojes perfectamente coordinados. Cada segundo vale oro. Félix recibía los choques de la apresurada población. Nadie paraba ni se disculpaba, ya que era él quien iba a destiempo del tránsito humano. Cada tanto se cruzaba con una o dos personas que destacaba entre la multitud, pero la marea de tiempo las arrastraba con ella.
Llegó a su oficina y saludó sin respuesta a sus compañeros. El jefe se paseaba por los cubículos con la barriga inflada y la nariz respingada, hasta que al llegar al escritorio de Félix paró y amenazó con suspenderlo por el inapropiado color de su ropajes. No eran lo suficientemente grises.
Cuando el horario laboral terminó, sonaron las cinco de la tarde y la marcha de pasos volvió a oírse. De nuevo al subte, de nuevo las ovejas, de nuevo el gris. De camino a casa, vió por una ventana el color de la felicidad, se escuchaba el sonido de un piano que tocaba muy bajo, casi inaudible. Con una sonrisa en el rostro apresuró el paso.
Apenas llegó se quitó el horrible traje azul y en bóxers se sentó en el living. Ya más relajado aspiró el colorido humo, subiendo las escaleras al cielo. Al cabo de unos segundos todo era más brillante, el tiempo era inmarcable. Junto con la música, a felicidad lo abrumó. Se sentía sobre una nube, todo lo que veía era completamente rosa. No hacía falta observar sus ojos para saber que también eran rosados. Los párpados le pesaban, pero no estaba cansado. Al rato el apetito comenzó a despertar, no recordaba exactamente hace cuanto no manducaba. Una ráfaga con aroma a comida provenía de la cocina. Cenó copiosamente con Alitzel. Poco a poco toda la situación cambió, el relajado ambiente de la cena se transformó en puro fuego y pasión.
Flechas eléctricas que atraviesan el cuerpo. Un arcoíris de colores golpea los párpados.Una espuma de música cae sobre las orejas. Esa es la imágen del orgasmo.
La mañana siguiente era idéntica a la anterior. Félix sentía como poco a poco la sonrisa se esfumaba y como el gris asomaba amenazante por la ventana. Alitzel corrió a cerrarla. Con una pícara sonrisa se le acercó, lo besó y con la lengua lo introdujo en el sensual mundo de la psicodelia. Félix rió mientras observaba como ella caminaba por la habitación. amaba verla así, toda despeinada y semidesnuda.
Fuera del subte se cruzó con un grupo de preescolar. Las luces que emanaban mostraban su tan pura aura. Tras el grupo iban tres educadoras cargando una máquina compuesta por unos tubos que en la punta tenían cascos sobre las cabezas de los infantes. Éste artilugio succionaba la felicidad y la creatividad de los niños, transformandolas en bolas de dinero. Sacandoles así su color. Horrorizado por sus visiones Félix frotó sus ojos y volvió a mirar. Pero la máquina ya no estaba.
Una vez en el laburo no soportó el encierro, corrió al baño. Le faltaba el aire, las paredes se derretían. Un hombre del otro lado del lavamanos lo miraba fijamente, riéndose de él. Y con toda la ira se gritó;
-"A vos te estoy hablando a vos, que nunca seguís mis consejos
A vos te estoy gritando a vos, que estás metido en mi pellejo.
A vos que estás llorando ahí, al otro lado del espejo”*4
Rompió el vidrio tratando de defenderse de la persona que lo miraba a través del espejo. La imagen desapareció.Sus ojos dejaron de llover mientras una cascada de sangre caía de su puño. Pero la ira no le dejó sentir dolor alguno, como si el que hubiere sufrido la herida hubiere sido aquel otro...
Salió corriendo del edificio carcajeando desquiciadamente. Abordó el subte estando
ya más calmado. Las endemoniadas alas habían durado poco. Transpiraba, no soportaba el calor, no soportaba las ovejas, no soportaba el gris, ni el sonido grabado del estúpido tren. No soportaba más aquella absurda realidad.
Trotando a su casa, oteaba cada tanto, esperando estas cada vez más cerca. Pero las cuadras parecían más largas y el horizonte más lejano.
Abrió la puerta desesperado y comenzó a buscar sus colores por toda la casa, pero ninguno tenía suficiente luz. Hasta que ahí escondido en el fondo del cajón lo encontró. En menos de un minuto el intenso tinte ya corría por sus venas. Pero aunque el efecto era increíble, no duró mucho. Entonces tomó el otro color, volviendo a desatar ese salvaje sentimiento por su interior. Fue entonces cuando lo vió, aquel angelical puente arcoíris que se desplegaba justo enfrente suyo. Y voló hacia él dejando todo atrás...
Y así fue como terminó la búsqueda de la felicidad de Félix. Como la de muchos otros. Pero pensándolo bien, no era felicidad lo que nuestro desgraciado personaje creía estar persiguiendo. Será entonces que volvemos al comienzo de todo y yo les vuelvo a plantear; ¿Qué es realmente la felicidad? ¿Sabemos acaso qué es o cómo buscarla? ¿Sabemos sí es real? ¿O pasamos la vida entera persiguiendo algo que no es posible encontrar?
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*Beatitudinem: Palabra en latín que significa felicidad.
*1 Parte de la letra de una canción del cantante argentino Calamaro.
*2
Félix: Nombre propio masculino en su versión es español. Procede del
latín y significa “aquel que se considera feliz o afortunado”.
*3 Alitzel: Nombre propio femenino de origen maya. Significa “Niña sonriente”.
*4 Extracto de la letra de una canción del cantante español Sabina.
Mara: si bien la historia no resulta original ni el personaje logra conmover con su búsqueda tan superficial y sintética de la felicidad, sí atrae el discurso: algunos pasajes en que las imágenes y percepciones están muy bien descritas e impactan las palabras bien elegidas para la ocasión ( salvo el verbo manducar que desentona como un chillido agresivo).
ResponderEliminarNo se entiende porqué enmarcás la historia de Félix entre disquisiciones que adquieren un tono didáctico y moral que no cuadra con el relato. Parecen añadidos para evitar juicios de los lectores sobre quien escribe sobre este tema (disculpas si me equivoco). ¿Son imprescindibles?
Rever uso de algunos términos y construcción de algunas oraciones.
Nota: 8