Elegí el cuadro de Víctor
Nizovtsev
El
payaso triste

Una gran alegría sentía Carlos cada vez que iba hasta la
plaza vestido de payaso a entretener a los niños. La historia de su vida es un
poco triste, había quedado huérfano a los nueve años de edad cuando murió su
madre, a su padre nunca llegó a conocerlo y quedo al cuidado de una tía, quien
ya muy anciana también murió dejando al joven completamente sólo, en una
inmensa casa. Para ganarse la vida Carlos ejerció diferentes oficios, desde
ayudante de albañil, vendedor de helados, mesonero, hasta que conoció al joven
Luis, quien trabajaba en un circo y logró convencer a Carlos para que se
vistiera de payaso. Pronto creció la amistad entre los dos jóvenes, pero Luis tenia
malas mañas y fue botado del circo por ladrón. Cuatro largos meses trabajo Carlos en el circo y le gustaba ejercer el oficio de payaso hasta el punto de
que el dueño del circo le propuso que los acompañara en una gira por otros
pueblos, pero Carlos no acepto y prefirió quedarse en el pueblo y trabajar de
payaso en la plaza, en donde además de entretener a los niños, vendía golosinas
y caramelos. Pronto se hizo muy popular y todos los habitantes lo respetaban y querían.
Pero el destino le tenía preparada una sorpresa, una tarde regreso al pueblo el
joven delincuente Luis, ambos se encontraron en la plaza, charlaron por largo
rato recordando la vieja amistad que los unía. Sin embargo a Carlos le llamó
la atención lo descuidado y barbudo que estaba Luis, tenía grandes marcas de
cortaduras en los brazos. Al llegar la noche cada quien agarró su camino. En la
soledad de una habitación que Luis había alquilado, preparaba sus fechorías, tenía
un plan, había decidido robar el banco del pueblo, para lo cual se vestiría de
payaso y así lo confundirían con Carlos y podría escaparse. Pasaron unos días
y como de costumbre el payaso Carlos acudía todas las tardes a la plaza a
entretener a los niños, le extraño no ver a su amigo Luis sentado en los bancos
de madera. Un día un gran alboroto se escuchó por los lados de la plaza, las
sirenas de la policía sonaba constantemente y las personas gritaban: ¡Han
robado el banco!... ¡Han robado el banco! Los clientes que estaban en el banco
comentaban que vieron a un payaso con una pistola en mano robando la taquilla. Inmediatamente la policía fue
informada y por sospecha se trasladaron a la casa de Carlos, quien
sorprendido en piyama, fue sacado esposado y trasladado a la Comisaria. El
joven lleno de vergüenza lloraba y no lograba pronunciar palabras, las lágrimas
cubrían su rostro. Una semana tenia Carlos, preso en los calabozos de la
Comisaria, cuando se presentó una señora quien fue testigo del robo y acudió al
reconocimiento del indiciado. Al mirar a través del espejo, la dama noto un
hecho curioso, el cual le había llamado la atención mientras estaba tirada boca
abajo en el piso del banco, había logrado ver al delincuente, el cual tenía
muchas marcas de cortaduras en los brazos y este joven que le presentaban no tenía
cicatrices ni cortaduras en los brazos. La policía tomó nota del relato y decidieron
continuar con las investigaciones mientras Carlos continuaba preso y lloraba
su mala suerte. Transcurrió un mes y de un pueblo cercano llegó la noticia del
atraco a un banco, pero esta vez el delincuente no tuvo tanta suerte y fue
detenido. La policía procedió a revisar al delincuente y notaron que tenía
muchas marcas y cicatrices en los brazos, lo cual coincidía con el relato de la
señora en la Comisaria. Los posteriores interrogatorios determinaron que el
delincuente detenido era la misma persona que vestido de payaso había atracado
el banco meses atrás. Comprobada la inocencia, el joven Carlos fue absuelto y
salió de la cárcel. Al día siguiente muy sonriente acudió a la plaza del pueblo
vestido de payaso a entretener a los niños, de vez en cuando se sienta en los
bancos de madera y les cuenta a las personas conocidas la experiencia vivida.
Tomás: desde el inicio, el vocabulario llama la atención, pues se usan términos como "mesonero", "botar", además de un estilo en el que es imposible reconocerte. Esto me lleva a dudar y, para mi sorpresa, encuentro que este cuento no te pertenece sino que ha sido escrito por otro y que el único cambio que introducís es el nombre del protagonista. Sinceramente, no salgo del asombro ante tan descarada acción. Existe algo que se llama propiedad intelectual. ¿Cómo se le llama a la apropiación de lo ajeno?
ResponderEliminarNota: 1
Olvidé citar la fuente que avala lo dicho: http://www.losmejorescuentos.com/cuentos/infantiles510.php
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