Tengo 17 años. Voy al colegio secundario. No me gusta ir, como a todo adolescente, pero no me quejo.
Padres, separados. Mi papá, alcohólico nocturno. Mi mamá, drogadicta nocturna y mi hermano, psicópata las 24hs. Mi abuela (de parte de mamá), es con la que puedo acudir (a veces) si es que necesito ayuda.
¿Problemas en casa? Sí, demasiados.
¿Autoestima? Un promedio del %13.
¿Vida social? No muy activa.
¿Vida amorosa? A base de mi vida social, saquen sus propias conclusiones.
Ya que conocen una parte de mí, prosigo.
Lunes. El último lunes de clases. Me levanto para ir al colegio con la cabeza adolorida, pero lo paso por alto. No tengo nada para ponerme así que agarro lo primero que encuentro en mis cajones. Como siempre, no desayuno. Le doy un beso en la frente a mamá, agarro mi mochila, las llaves y me voy a la parada del colectivo.
7:15 llega, justo a tiempo. Me subo, pago, y me siento al fondo al lado de la ventana.
Cierro los ojos. Dejo que pase al aire fresco sobre mi cara y que mis pelos y pensamientos vuelen por todos lados. Me distrae de cierto modo. Y me gusta. Me gusta la idea de no preocuparme por nada, por lo menos en esos momentos de tranquilidad. Me gusta la idea de que mi mente esté en blanco y en colores al mismo tiempo. No sé muy bien cómo ni porqué, pero es así.
Tiempo de bajarse… pensamientos y dudas afuera. Camino hacia el colegio y entro. Saludo con un “hola” general al guardia y a varios preceptores y amablemente me lo devuelven con una sonrisa. Subo las escaleras y voy al aula. Me siento en mi lugar, entra nuestra preceptora y toma lista.
No les voy a contar como fue mi día, porque les aburriría más de lo que les aburre, les aburrió o les aburrirá el colegio.
Llego al mediodía a casa. Mi hermano está en la escuela y mi mamá, trabajando, por ende estoy sola. Abro la heladera, y como es de esperarse, no hay nada hecho, así que me hago el almuerzo.
Como, lavo los platos, me voy a mi cuarto y pongo algo de música mientras hago las cosas del colegio.
¡PUM! Escucho un portazo. Es mi hermano llegando de la escuela, no hay duda alguna. No le doy importancia y sigo con mis asuntos. Después de unas horas, paro la música. Pero lo que escucho es algo que no había escuchado antes: silencio completo. Supongo que se habrá ido a dormir un rato.
Me fijo la hora, y voy a hacer la merienda para mi hermano y para mí. Toco su puerta y paso delicadamente sin hacer ruido. Le dejo la bandeja en la mesa de luz y me retiro.
Meriendo y dejo las cosas para que las lave mamá. Sinceramente no tenía muchas ganas de lavar. Vuelvo a mi cuarto y me tiro a la cama sin pensarlo. Cierro los ojos suave y lentamente...
Al despertar todo es bastante distinto. Me refriego los ojos y noto que tengo a mamá (o eso creo), en frente mío, con una sonrisa que no había visto nunca y el desayuno listo.
Presiento que es sólo un truco para que vaya al colegio con un poco de… ¿ganas? ¿ánimo? ¿energía? No lo sé, ni me interesa saberlo.
Acepto el desayuno y le digo “Gracias” con un tono dudoso. Pone sus manos por los costados de mi cabeza, me da un dulce beso en la frente, me dice “Disfrutalo” y se va.
Eso fue raro. Demasiado.
Cuando termino llevo la bandeja a la cocina. Viene mi hermano y me da un abrazo acompañado con un “Buenos días.” Este día se está poniendo… ¿mejor? Porque es algo completamente diferente o ¿peor? Porque es algo completamente diferente. Todavía no lo decido.
Agarro la mochila, las llaves y voy al colegio. Al llegar, todos se me acercaban y me saludaban. De repente era una de esas personas “populares” de las películas estadounidenses.
Vuelvo a casa y está la comida hecha. ¿En qué clase de universo paralelo estoy?
El resto de la semana transcurre igual. Igual de perfecta.
Último día de colegio. Salgo y me encuentro con papá. Esto nunca en la vida pasó ni pensé que iba a pasar. Hace mucho que no lo veía. Y con “mucho”, me refiero a años. No lo veía porque a mamá no le gustaba que estemos (mi hermano y yo) en su casa; más que nada a la noche, cuando tomaba y nos hacía pasar situaciones que a nadie le gustaría pasar.
Lo extrañaba muchísimo y al verlo ahí, sonriendo, esperando a que vaya hacia él, se me humedecen los ojos. Quiero llorar, pero no lo hago. Me seco los ojos con la manga de mi buzo y voy casi corriendo hacia él.
Me saluda con un fuerte abrazo y me dice de ir a almorzar juntos. Subimos al auto y vamos a un restaurante. Hablamos de muchas cosas y nos reímos de cómo habla la mesera.
Paga la cuenta, salimos y subimos nuevamente al auto. Arranca y en unos pocos minutos nos encontramos en el cine. De verdad estoy muy sorprendida y confundida.
Después del cine, me lleva a casa. Pero antes de despedirnos, saca la billetera de su bolsillo y me da plata. No sé qué decirle. ¿”Gracias”? ¿”Ya era hora de que te encargaras de tus hijos”? No, nada de eso.
Lo abrazo lo más fuerte que puedo y le doy un beso. Al abrazarlo me olvido de todo, me siento segura, protegida y ese aroma que trae, me lleva a un millón de recuerdos: lo más fríos y oscuros; pero también los más cálidos y hermosos.
No lo quiero soltar. Quiero que se quede conmigo. Para siempre. Tal vez es por el miedo de no saber cuándo lo voy a volver a ver.
Pero me olvido de eso y disfruto del momento.
Lo abrazo hasta no poder más, y me dice “Te amo, hijita.” No sé cómo reaccionar. Quiero llorar, pero al mismo tiempo no, quiero responderle, pero no sé qué decirle. Opto por un “Yo más pa, gracias.”
Entro a casa. Son eso de las cinco de la tarde. Me pongo el pijama para estar cómoda y prendo la tele.
Sin darme cuenta, ya era hora de cenar. Mamá nos grita diciendo que a está lista la comida. No hay peleas, gritos, discusiones… Al fin paz y tranquilidad.
A mi hermano le toca lavar los platos esta vez, así que lo hace sin quejarse. Le doy un beso, después a mamá y me voy al cuarto. Prendo nuevamente la tele y me quedo dormida.
Al levantarme, me encuentro en un lugar al que acudiría si estuviese en una situación grave. Estoy con una máscara de oxígeno y un tubo con un líquido que no conozco conectado a mi antebrazo. Entro en desesperación y quiero desconectarme de todo pero no me puedo mover, no siento mi cuerpo. La puerta está cerrada. Intento gritar, pero no lo logro, no tengo voz. No sé qué hacer. Respiro más fuerte y rápido de lo normal. Escucho que suena una alarma y a los pocos segundos entra la enfermera. La miro con los ojos muy abiertos y mi respiración sigue agitada. Trata de calmarme, pero no puedo. No puedo moverme, ¿cómo pretende que esté calmada o que me calme si no puedo mover ni el dedo chico del pie?
No sé cómo, pero me tranquilizo. Mi respiración vuelve a la normalidad, la enfermera se presenta y me explica por lo que estoy pasando.
Me dice que estuve en coma por varios meses. Pero no era un coma normal, porque yo hablaba, gritaba, me movía. Me dice que como me movía demasiado, decidieron darme calmantes. Pero esos calmantes no resultaron e hicieron que mi cuerpo se adormeciera por un par de horas. Me dice que en un rato ya debería terminar el efecto. Me dice que por gritar mucho, quedé afónica, por eso no puedo hablar.
También me dice que lo que tengo conectado al antebrazo, es suero.
¿En coma? ¿Qué? No puede ser, yo sólo me dormí.
La enfermera me dice que tiene que ir con otro paciente y yo trato de asentir con la cabeza.
Horas después, llega mamá, pero parece que no le importo mucho. No parece la misma de ayer…Quiero decir, no parece la misma de hace unos meses. Entra tambaleando y diciendo cosas que no tienen sentido alguno. Intenta sentarse en la silla de al lado de mi camilla, pero no logra mantenerse de pie, entonces cae. Agarra con las manos el apoyabrazo y trata de sentarse. Cuando lo hace, la miro con desprecio, o con decepción, no lo sé. Lo único que sé, es que no estoy feliz con la mamá de ahora. Quiero desaparecer, quiero volver a mi vida de antes. Y cuando mamá se queda dormida diciendo no sé qué, me doy cuenta de algo: toda la semana que había sido perfecta, fue sólo un sueño. Un sueño que me gustaría que durase para siempre. No lo puedo creer. Pensé que mi vida por fin había cambiado, pero no. Fue sólo un sueño. .
La realidad ahora es que mi vida vuelve a ser lo peor de este universo. ¿Puedo volver de vuelta al coma, dónde soy feliz? Quiero estar en esa realidad irreal, perfecta y sin problemas.
Días después me dan el alta, así que vuelvo a casa. Cabe mencionar que las peleas y gritos con mi hermano y mi mamá volvieron. Cuando discuten, me encierro en mi cuarto tapándome los oídos y esperando a que dejen de gritarse. No lo soporto más. No hay nada en esta vida que me haga cambiar la opinión de querer dejar este mundo.
No sé ni qué día es ni me interesa saberlo.
Me levanto, voy al baño y me lavo la cara. Me cambio y voy camino a la farmacia, compro clonazepam, pastillas que si se toman en exceso y con un poco de alcohol, pueden causar la muerte.
Estoy sóla en casa. Está decidido. No hay vuelta atrás. No puedo seguir viviendo así. No es bueno para mí. A nadie le gustaría esta vida.
Agarro el poco vodka que queda y miro las pastillas. Tengo dudas, miles de dudas que vuelan y se mezclan en mi cabeza. ¿Hay vida después de la muerte? ¿Qué pasará con mi cuerpo? ¿Qué hará mi familia cuando me vea? ¿Alguien me extrañará? Esas y más preguntas me alteran cada vez más. Con la botella de vodka en una mano y todas las pastillas que estaban en la tableta en la otra. Estoy lista. Lista para dejar de sufrir, para dejar esta vida y vivir otra para siempre.
Escucho que la puerta se abre. Pero no se cierra. Estoy parada en el medio del cuarto, paralizada. Alguien me está apuntando con un arma. No sé qué hacer. El hombre con el pasamontañas no emite palabra alguna, sólo me apunta. Escucho el disparo y...
Sofía: después de leer tu cuento queda claro que podés escribir muy bien: frases ingeniosas, sentido del humor, naturalidad se distinguen en el discurso. Sin embargo, la historia resulta inverosímil y tan exagerada que provoca una distancia que descompromete al lector. No se entiende porqué mezclar la internación, el coma, las pastillas, el disparo. Además, hay ideas que se reiteran y extienden el relato innecesariamente. Pareciera que tenías varias posibilidades para tu protagonista y, ante la imposibilidad de elegir, pusiste todas. ¿escribiste por etapas, en diferentes días?
ResponderEliminar¿Cuál es el valor literario del texto? ¿Cómo incluiste la intencionalidad estética? ¡Por qué el título?
Rever construcción de párrafos y alguna preposición.
Nota: 7