Trabajo Individual de Germán Lecherbauer
Elegí la Imagen: "Klaas Portfolio Print"
El día de mi muerte.
Él sabía que deparaba de mi destino… me miró con esos ojos
café profundos que aterraban a cualquiera. Tomó mi mano, y depositó en ella un
papel cerrado, me dio dos palmaditas y echo a volar.
Un terrible abismo corría por mis venas y llegaba a la boca
de mi estómago dándome nauseas. Siempre fui un tipo pesimista, pero esta vez lo
que se acercaba si era terrorífico. Guardé aquella carta de forma cobarde en el
bolsillo de mi camisa.
Fui hasta la cocina, abrí el armario, saqué una copa y la
llene del vino tinto más caro del pueblo.
Me senté en la mesa y dejé caer mi cabeza en una de mis
manos. Las lágrimas comenzaban a caer algunas en mi bebida y otras se
impregnaban en la mesa de algarrobo. Me prendí un cigarro.
Aun no entiendo como tanto humo me generó placer, como el
sabor del tabaco se absorbía en los labios de mi boca, era algo hermoso.
Con mis manos aun temblando de adrenalina me decidí
finalmente a saber que decía aquella carta. Lentamente saqué el papel de mi
bolsillo y fui desplegando sus partes.
Su textura era tan vieja que por poco se deshacía en mis
manos, las letras a simple vista se veían borrosas, casi intangibles. Tenía la
fecha de hoy y abajo la firma del autor.
En dos simples renglones se definía mi destino, con palabras
tan sencillas que asustaban como combinaban tan bien al sonar juntas. Esa misma
noche moriría. No explicaba más que eso, no decía ni el motivo ni el por qué,
Feliur sabía que si conocía el lecho de mi muerte la evitaría y no era la idea.
Siempre mi abuela me dijo que Feliur era un aura sabio, que
solo se lo veía el día de nuestra muerte. Él se encargaba de escribir el
destino de todos, desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte. Y cuando él
quisiera nos hacía morir.
Y Ese día había llegado, golpeó la puerta de mi casa y con
una sonrisa de oreja a oreja se auto invitó a pasar. Vestía de civil, creí que
era uno de esos que vienen a venderte un tiempo compartido, pero no. Se sentó
en mi sillón preferido de terciopelo y me pidió una taza de café.
Había algo que me hipnotizaba en su mirada, por eso no me
detuve a pensar de quien se trataba y fui a servirle una taza caliente. Cuando
regresé al salón, su rostro había cambiado por completo, estaba serio y con una
mirada más oscura, tan oscura que ni siquiera se reflejaba en sus pupilas mi
imagen. Me senté frente a él y le acerqué su bebida, no dejo que terminara de
dársela que agarró mi mano con fuerza y depositó en ella un papel. Tomó su
abrigo y se marchó levitando.
Ahí caí en la cuenta de que algo marchaba mal, sabía de
quien se trataba y no era nada bueno.
Tenía quizá menos de tres horas, era como un veneno
inmediato. Así que estas serían mis últimas palabras las cuales quise
dejar plasmadas en un papel.
Preparé una tina bien caliente, eche un par de aceites de
esos artesanales que te regalan en un combo, en las navidades y me sumergí en
las aguas tranquilas mas profundas, esperando.
Germán:Si bien esta instancia pone punto final a la actividad, no lo hace con el trabajo de reescritura sobre el texto, ya que, si querés, hay mucho todavía que puede mejorar. Ojalá tengas las ganas y el entusiasmo, porque a escribir se aprende escribiendo.
ResponderEliminarLa idea que tomás como punto de partida resulta atractiva; sin embargo, predomina el decir sobre el narrar, puesto que no conseguís dar con los recursos adecuados para contarla. El personaje habla sobre lo que sucedió o sucede pero no hace que los hechos sucedan. Rever qué hace que el "cómo" se cuenta sea tan importante como la historia contada.La mirada no logran focalizar diferentes aspectos del hecho que enfrenta su propia muerte y así la historia no sólo es previsible sino que no logra conmover. ¿Cuál es el conflicto?
Rever tiempos verbales, puntuación, vocabulario y ortografía.
Nota: 6